La gran feria del sector pierde fuerza
Del 3 al 5 de diciembre se celebró, en Munich, una nueva edición de ISPO, el gran punto de encuentro del sector de artículos deportivos. Y las sensaciones, para qué engañarnos, no fueron del todo buenas. Por las razones que sea —que las hay— el salón sigue perdiendo fuerza y cuando en los pasillos —y en los stands— el tema principal es, precisamente, este debilitamiento, mala señal.
Las cifras oficiales de la edición de este año de ISPO hablan de “cerca de 2.300 expositores de 50 países, 55.000 participantes de 113 naciones, unos números que consolidan a ISPO como el punto de encuentro que refleja y materializa la evolución del sector”. Pese a que estas cifras son ligeramente inferiores a las de 2023 (2.400 expositores de 55 países y 60.000 visitantes), el balance de los organizadores es bueno. Sobre todo porque se ha dado un paso al frente “para rediseñar el deporte y la tecnología con una mirada hacia la salud y la sostenibilidad”. Para Tobias Gröber, director ejecutivo del Grupo ISPO, el salón ha conseguido “fusionar tecnología y salud, dos factores que definirán el futuro del deporte”.
Que ISPO siempre ha tenido la capacidad de reinventarse y adaptarse a un mercado tan cambiante lo hemos dicho mil veces. Como la gran feria del sector siempre se ha esforzado en dar respuesta a las necesidades de todos los actores de un mercado cada vez es más complejo y cada vez es más imprevisible en su evolución. Un mercado donde, además, el concepto de feria tradicional hace tiempo que no se sostiene. Por eso ha cambiado tanto ISPO en la última década, alejándose poco a poco de este “tradicionalismo” y apostando por los servicios y, sobre todo, por dar protagonismo a todo aquello que puede ayudar a las empresas a adaptarse a esta vertiginosa evolución del sector: sostenibilidad, innovación, salud, digitalización… El sector está cambiando e ISPO, como siempre, se esfuerza en reflejar estos cambios, potenciarlos y convertirse en un perfecto aliado para que las compañías avancen hacia ese futuro…
Pero las intenciones, a veces, sirven de poco. O mejor dicho, no se valoran como cabría esperar. Quizás porque la situación actual no es la más adecuada para adaptarse a estos cambios o, quizás, porque para muchos no es el camino que quieren o pueden seguir ahora. Y la realidad, al final, es que por muchos esfuerzos que haya hecho ISPO, la edición de este año ha dejado mucho que desear. En expositores, en visitantes y en sensaciones.
El problema de ISPO no es lo que es. Es lo que fue. Y las comparaciones son tan inevitables como odiosas. Como decía Dante en su Divina Comedia, “no hay mayor dolor en la desdicha que recordar tiempos mejores”. ISPO fue grande, muy grande, pero eran otras épocas... y de esas gloriosas ISPO con los 12 pabellones A y B a rebosar solo queda el recuerdo. Y pesa como una losa.
El desapego de las marcas de esquí, que en su día fueron los grandes dinamizadores del salón, fue el principio de un declive que en la edición de este año ha quedado más que patente, con apenas 5 pabellones A y B operativos. Operativos, pero no llenos. Los C, por suerte, siguen atrayendo a expositores y visitantes como lo han hecho siempre, porque ISPO, pese a los cambios, nunca ha dejado de ser un punto de encuentro para que marcas de todo el mundo y proveedores asiáticos se encuentren.
La realidad, aunque nos pese, es que la cantidad y, sobre todo, la calidad de los expositores ha caído en picado. Empezaron los del esquí, como hemos dicho, y en estos últimos años también han ido desapareciendo de ISPO una larga lista de marcas vinculadas al mundo outdoor. Y sin el esquí y con el outdoor bajo mínimos, ISPO está a años luz de lo que fue. Como también lo está el mercado.
En los pasillos de esta edición se habló de un boicot por parte de las marcas alemanas, pero más allá de que sea o no verdad —que tiene toda la pinta viendo la ausencia de algunas habituales al salón— el problema de ISPO no es que media docena de marcas dejen de ir. El problema es que cada año hay bajas importantes. Y sí, también hay altas, casi siempre de pequeñas marcas que quieren hacerse un hueco en el sector, pero a nivel de imagen y de poder de convocatoria, que cada vez haya menos grandes nombres en Munich es un problema. Y por mucho que se apueste por nuevas áreas, por la innovación, por la salud o por la sostenibilidad, una feria es un negocio, y si cada vez hay menos espacio alquilado, cada vez se hará más complejo sostener este encuentro.
En cuanto a la presencia española, poco que decir. Como el salón, sigue a la baja. En expositores y, sobre todo, en visitantes. En cuanto a las marcas, pese al destacable esfuerzo de AFYDAD y Firamunich, las cifras siguen bajando. De los habituales, se mantienen Bestard, Ternua, Laken, Joma o Comercial Group, fieles a un salón que ha sido clave en su fuerte expansión mundial y que, todavía, “sigue siendo un muy buen sitio donde reunirse con los distribuidores y explorar nuevas oportunidades en mercados donde no se tiene presencia”. También sigue siendo un buen sitio para compañías “jóvenes” que buscan expandirse en nuevos mercados y que ven en ISPO un encuentro único —lo es— para establecer contactos con potenciales distribuidores. “Hay poca gente pero hemos hecho algunos contactos interesantes” era una de las frases más repetidas entre este perfil de expositor, constatando, una vez más, que cantidad y calidad no siempre mantienen una relación directa. Respecto a los detallistas, pues lo de siempre. Siendo optimistas, una docena. Ya hace muchos años que ISPO ha dejado de ser una visita obligada para el comercio español, inmerso en otras preocupaciones —y, en muchos casos, sin la inquietud necesaria—, pero es que este año también se han visto muchos menos italianos y franceses, dos mercados que tradicionalmente han sido claves para el salón.
El pádel ha vuelto a tener un espacio en ISPO, y aunque como en el resto de áreas, el bajón se ha hecho evidente —una sola pista y menos marcas— el ambiente ha sido bastante bueno, siendo una de las áreas más concurridas de todo el salón. Menos marcas —solo cinco españolas— pero un balance bastante bueno. El pádel es uno de los deportes con más potencial de crecimiento a nivel internacional y eso se ha dejado notar. Y mucho. Como también ha quedado claro que el pickleball también apunta maneras.
El “problema” que puede tener ISPO, y que ya se ha notado en esta edición, es la fuerza que están ganando algunas ferias especializadas, que tienen muchos números para “centralizar” ese éxito del pádel y convertirse en los encuentros de referencia para aquellas marcas que quieran ganar presencia a nivel internacional. Y como en el pádel, puede pasar en otros muchos segmentos.
Lo de ISPO no es una excepción. Es un problema que sufren muchas grandes ferias… de muchos sectores. El concepto más tradicional, el de presentar producto y empezar a apuntar pedidos está más que caducado. Desde hace años. Puede que a día de hoy ni siquiera tenga mucho sentido estar en las ferias por imagen. Las formas de vender y de comunicarse con los clientes han cambiado por completo. Y también lo han hecho las herramientas.
A día de hoy se hace cada vez más difícil encontrar una feria profesional que no esté atravesando ciertas turbulencias y, sin embargo, sí es relativamente fácil encontrar algún encuentro que, enfocado más al B2C -consumidor final, vaya- y con un concepto más cercano al de un gran evento que al de una feria, esté ganando fuerza.
¿Significa eso que el camino tenga que avanzar hacia un modelo de estas características o, en el mejor de los casos, híbrido? Ni mucho menos. Las ferias profesionales siguen siendo necesarias. Tanto o más que antes. El problema es que no pueden quedarse ancladas en la fórmula del “mostrar producto”. Tienen que ir mucho más allá. Dejar de pensar exclusivamente en metros cuadrados alquilados y empezar a pensar en lo que pueden aportar al mercado para seguir siendo relevantes. Y si en vez de 7 u 8 pabellones se llenan 2 o 3 no pasa nada. Si la propuesta aporta valor, el sector lo convertirá en imprescindible. Que es lo que cuenta.
ISPO, en este sentido, arrastra una losa muy pesada, la de sus años dorados. Y la transición no es fácil. Porque valor, aporta mucho. Y más en los últimos años, con su firme apuesta por dar más espacio a lo digital, a la innovación, a las herramientas que tiene a su alcance el retail para luchar en un mercado cada vez más competitivo y agresivo. Todo esto lo ha hecho y lo sigue haciendo, pero ni siquiera este gran trabajo nos impide comparar lo que fue con lo que es. Es así de injusto. Sobre todo para sus organizadores, que ven como esa apuesta por el conocimiento se da paralelamente a la pérdida de grandes expositores. Y eso le pasa a ISPO, y le pasa a muchas otras ferias…
¿El futuro? Es obvio que ISPO necesita reinventarse. Necesita construir nuevas propuestas que ayuden al salón a recuperar el protagonismo que tenía no hace muchos años. Es casi imposible, por cómo ha cambiado el mercado, que vuelva a llenar todos sus pabellones, pero es evidente que algo tiene que cambiar. ISPO ya no se enfrenta solo a los cambios que puedan darse en el mercado; también se enfrenta a ferias más locales y especializadas que están ganando peso y, sobre todo, a una nueva manera de relacionarse entre marcas y detallistas que pone en riesgo ese modelo más tradicional de feria que muchos siguen viendo en ISPO.
El sector necesita una ISPO fuerte. E ISPO necesita un sector fuerte. Eso es innegable. Como también lo es que la propuesta de ISPO tiene que evolucionar. Como lo está haciendo, y muy bien, desde la pandemia. Y tiene que hacerlo sin mirar hacia atrás, porque las cosas nunca volverán a ser como fueron. Ni falta que hace. La apuesta por aspectos tan relevantes para el sector como la innovación, la salud o la sostenibilidad tienen que consolidarse en el tiempo. Y hacerlo más allá del balance de resultados. Porque ISPO, habiendo perdido parte de su capacidad para generar negocio entre marcas y tiendas (y no por culpa suya, sino del mercado), en lo que debe enfocarse es en crear conocimiento. Y oportunidades. Que hay muchas. Y la edición de este año así lo ha confirmado. Basta con ver la respuesta que han tenido algunas de las presentaciones que se llevaron a cabo en los pabellones B1 y B2, muchas de ellas enfocadas a la innovación (en materiales, servicios, diseños...).
Con más o con menos expositores, ISPO sigue siendo el mejor escaparate para construir y presentar el futuro del sector…
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