Siempre hemos sido un sector muy bien acostumbrado. Muy habituado a que, en las épocas doradas, las cosas fueran rodadas por motivos que ni siquiera habíamos perseguido. A veces ha sido por falta de competencia en un momento de demanda alta y otras muchas veces, casi todas en las que se ha producido un repunte importante, por alguna crisis que ha aupado al deporte en lo alto del ranking de preferencias del consumidor. Sea como sea, muchos esfuerzos no hemos tenido que hacer para conseguir muchas de las cosas que hemos conseguido. El problema es que cuando no existen esos condicionantes externos, el deporte tiene pocas luces -y pocas ganas- para buscar cómo mantener esa inercia. Y lo conseguido, se pierde. Y más de uno, con los brazos cruzados, espera a que otra crisis nos reactive. Y las crisis no son como Godot. Llegan. Y aunque el deporte las sepa aprovechar, se llevan por delante muchas cosas.
Hace un par o tres de décadas, cuando el deporte era coto exclusivo de las tiendas de deporte tradicionales, las físicas, las cosas iban relativamente bien. Quien quería material atlético no tenía más remedio que ir a una tienda -física- de deporte. Era una venta relativamente fácil, sobre todo porque la gente entraba y compraba. Bastaba con estar detrás del mostrador, sacar el producto y cobrar. Una venta fácil. Y si encima hay demanda porque, sin tener unos índices de práctica muy alta, no hay competencia y la moda deportiva tiene mucha salida, pues trabajo fácil. Y muy rentable. La época dorada de los grandes referentes de comercio independiente multideporte.
Pero llega la competencia. La de las grandes cadenas primero y la de Internet después. Y la demanda apenas cambia, porque se sigue sin hacer deporte, pero la oferta sí lo hace. Y mucho. Las ventas son más o menos las mismas, en volumen y en tipología, pero poco a poco empieza a cambiar radicalmente el dónde. Y a la tienda entra cada vez menos gente. Y encima la moda aprieta, y mucho, y se hace suya la moda deportiva, que es lo que funciona cuando lo técnico está plano. Y empiezan los miedos, el señalar a Internet como el culpable de todo, el criticar a las marcas por entender antes que ellos hacia dónde va el sector. Y, sobre todo, empiezan los cierres. De pequeños y de grandes. Porque estar detrás del mostrador, sin más, ya no es rentable. Ni hay muchas ganas de apostar por herramientas que nos ayuden a recuperar al consumidor. Son caras, dicen. Y lo son. Pero tampoco hay muchas ganas.
Y en plena decadencia de un sector demasiado enganchado a la moda deportiva, llega una gran crisis económica. Y lejos de ser la puntilla, es nuestro gran impulso. La gente no tiene dinero, y si lo tiene no quiere gastarlo, y para divertirse hace deporte. Divertirse y desestresarse de un contexto asfixiante. Y modalidades como el outdoor, el bike, el fitness o, sobre todo, el running, se disparan a unos niveles insospechables. En práctica y en ventas. Y lo técnico, completamente defenestrado, se convierte en la salvación. Sobre todo porque la demanda es tan alta que casi todo el mundo puede aprovecharse de ello.
Y la crisis se supera. Y la inercia nos mantiene muy vivos unos años, porque la práctica se sostiene en unos niveles bastante dignos y, encima, la moda deportiva recupera el terreno perdido durante la crisis. Hay muchos cambios en el reparto de poderes, se siguen cerrando tiendas por culpa de los inevitables cambios en el modelo comercial, pero en el global, el sector sigue vendiendo. Y llega otra crisis. La sanitaria. Y saltamos otra vez. La fiebre del deporte. Y las cifras, en practicantes y ventas, pasan de ser buenas a muy buenas. Otra vez un empujón inesperado. Terrible para la gente, pero una bendición para el sector.
Pero los ciclos acaban. Y ahora, a pesar de que la práctica sigue siendo buena, se vende cada vez menos. ¿Por qué? Pues porque las preferencias de los consumidores han cambiado y el deporte ha dejado de ser una prioridad en sus gastos. Se sigue haciendo deporte, pero ya no se gasta tanto en deporte. Y ese cambio, aunque sea progresivo, se nota. Sobre todo si en esas épocas de zozobra no has gestionado especialmente bien el éxito, te has pasado de vueltas y no has tenido en cuenta que ese ciclo podía acabar.
Y es en este contexto donde el sector debe reaccionar. Esperar las crisis para crecer es un sinsentido. Así que, aunque llevemos años sin hacerlo, quizás va siendo hora de que, en conjunto y a nivel individual, busquemos fórmulas para, por un lado, mantener la buena dinámica de la práctica deportiva y, por el otro, fomentar las ventas tanto de material atlético, como de moda deportiva. Hay que empezar a ser activos para no acabar desactivados…
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